He vivido la experiencia de
Ha sido en Cantabria, en la cueva del Soplao, el sábado de la pasada semana, veinticuatro de mayo de dos mil ocho, http://www.elsoplao.es.
La cueva del Soplao es en sí es un portento de la naturaleza: billones de gotas calcáreas diamantinas, brillan por doquier; racimos de caprichosas formaciones, de estalactitas y estalagmitas, asemejan ramos de flores; columnas marmóreas, bosques petrificados, sirenas varadas; formaciones que crecen caprichosamente, desafiando la ley de la gravedad, horizontalmente, inclinadas, en semicírculo…
Allá donde los mineros atisbaron el final del zinc, del plomo y del hierro continuaba la grandeza de lo desconocido para ellos; bellas formaciones que hacen percibir el pálpito del infinito. Cielo y tierra, firmamento y negrura totales que se esconden tras el útero materno de lo que somos y de donde venimos.
No se ve nada, por más que te esfuerces en agrandar el iris: los ojos son absolutamente inservibles sin luz artificial.
El grupo, de unas veinte personas, conducidas por dos espeleólogos, llegamos al lugar asignado. Tomamos asiento. Uno de los espeleólogos nos pasó un pedazo de estalactita en forma de falo, no sin cierto alborozo por parte de las mujeres. Indicó entonces que según fuésemos palpando la pieza, apagásemos la luz de nuestros cascos. Así lo hicimos. Cuando la estalactita llegó al último, se hizo la ¡oscuridad total¡
¿Dónde está la soberbia del hombre, si apenas a unos metros de la superficie, carece de todo? Es miedo, pero al tiempo es también la seguridad de
La madre es la Tierra, es la diosa y es María; es la naturaleza y es el ser fractal de luz y de su ausencia en nosotros mismos. Allá en el fondo de una cueva lo pude percibir.
Recomiendo esta visita. Más en http://www.elsoplao.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario