domingo, 1 de junio de 2008

Una experiencia

He vivido la experiencia de la oscuridad. A mil quinientos metros de la entrada de una cueva y a unos cien de profundidad, la ausencia de luz se vive entre el miedo y la paz; entre la pequeñez y la lejanía estratosférica de la mundanalidad, siquiera sea un minuto. No hay espacio en el cerebro para un solo pensamiento, que no sea el de la vivencia de ese justo presente.

Ha sido en Cantabria, en la cueva del Soplao, el sábado de la pasada semana, veinticuatro de mayo de dos mil ocho, http://www.elsoplao.es.

La cueva del Soplao es en sí es un portento de la naturaleza: billones de gotas calcáreas diamantinas, brillan por doquier; racimos de caprichosas formaciones, de estalactitas y estalagmitas, asemejan ramos de flores; columnas marmóreas, bosques petrificados, sirenas varadas; formaciones que crecen caprichosamente, desafiando la ley de la gravedad, horizontalmente, inclinadas, en semicírculo…

Allá donde los mineros atisbaron el final del zinc, del plomo y del hierro continuaba la grandeza de lo desconocido para ellos; bellas formaciones que hacen percibir el pálpito del infinito. Cielo y tierra, firmamento y negrura totales que se esconden tras el útero materno de lo que somos y de donde venimos.

No se ve nada, por más que te esfuerces en agrandar el iris: los ojos son absolutamente inservibles sin luz artificial.

El grupo, de unas veinte personas, conducidas por dos espeleólogos, llegamos al lugar asignado. Tomamos asiento. Uno de los espeleólogos nos pasó un pedazo de estalactita en forma de falo, no sin cierto alborozo por parte de las mujeres. Indicó entonces que según fuésemos palpando la pieza, apagásemos la luz de nuestros cascos. Así lo hicimos. Cuando la estalactita llegó al último, se hizo la ¡oscuridad total¡

¿Dónde está la soberbia del hombre, si apenas a unos metros de la superficie, carece de todo? Es miedo, pero al tiempo es también la seguridad de la madre. La madre que tiembla de fiebre y de amor; que sacude sus entrañas y expele los malos humos; que se derrite y sin embargo ofrece una alfombra de flores para los ojos que salen de su seno.

La madre es la Tierra, es la diosa y es María; es la naturaleza y es el ser fractal de luz y de su ausencia en nosotros mismos. Allá en el fondo de una cueva lo pude percibir.

Recomiendo esta visita. Más en http://www.elsoplao.es




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