domingo, 9 de octubre de 2011

Banco Cirilo

Esta historia tiene que ver con la fidelidad y el amor a un amigo a través de la presencia continua de una fotografía. La que conservaron por años los hermanos Jarillo.

El centro de la misma lo ocupa el Padre Cirilo y en ella aparecen a su derecha Francisco Gras, alías “el Pato”, natural de Talavera de la Reina; a su izquierda “el montañés”, y en torno a ellos los Jarillo y otros tres o cuatro más, estudiantes todos de oficialía industrial mecánica de los años sesenta.



Nos comenta Eugenio Jarillo que “El Pato” había decidido volar a Tarragona y así alcanzar la meta a la que aspiraba: estudiar electrónica en la universidad laboral del mismo nombre. No pudo ser sin embargo. El verano siguiente al del curso apenas finalizado el “de arriba” le mandó llamar y Dios lo llevó con él a los cielos. Una caída inocente a la vera de un arroyo segaba la joven vida del idealizado amigo. Empero no sería hasta unos años más tarde que los hermanos Jarillo supiesen de ello. Por décadas conservaron la foto al parecer autotomada por el propio padre Cirilo, en la que el grupo mencionado rodea al fraile en admiración sentida.

La sotana blanca del Padre Cirilo irradia luz y desde esa luz los Jarillo sienten que acompaña al Pato. Cuarenta años después toman la decisión de dar con la pista del Padre y hacerle participe del afecto que le profesan por ser ángel custodio de tan añorado amigo.

Lo encuentran en Trinidad, Cuba, donde ejerce como cura vocacional en un remoto lugar donde se le quiere y admira, siendo privilegio ganado a pulso, máxime que en la isla hay poco más de doscientos sacerdotes de porte parecido. El Padre Cirilo se conmueve con la llamada y los Jarillo deciden tomar el primer avión para abrazarle y darle una copia de la foto.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhT4it9mg5zXPdvz3vcNnIau1eDlLOx6HdZSvwUY5C5gQnYJfgJlypRdk9Q6HdjrOxXrRll-KI5Hr0TBJa9BGfSKB7Jq-z-ZsdLsjyV-B6ViqY5At4pzhNk_WO0KBFZdOLY9bhdDqJa4qE/s1600/1.jpg

Es en estas que a otro grupo de antiguos alumnos nos llega el conocimiento de la llegada de Cirilo a Madrid. Nos citamos con él por medio de los Jarillo y tomamos la decisión de que el reencuentro tenga lugar en el Hotel Sanvy para posteriormente rendirle homenaje en el Restaurante “El Pelotari”, próximo a la Biblioteca Nacional. Curiosamente somos once y se nos asigna el reservado once, para disfrutar del privilegio del abrazo en el dos mil once, cuarenta años después de la historia que prendió antorchas en los caminos de nuestras respectivas vidas.

Algunos nos reconocemos; otros no. Los cuerpos no mienten y hay mucha experiencia en los saludos. Salen a relucir los recuerdos en carne viva y agradecida. Dos de nuestros compañeros cantan de manera espontánea la canción que mantienen como un tesoro.

· Título: Romería de Linares (Canción romera)
· Autor: Ramón Medina

Letra:

I

De soldado triunfador
llevas la cara romero,
saltarín el corazón,
en el alma devoción
y en los labios un "¡te quiero!"
envuelto en esta canción:


Por el Puerto de la Salve,
cordobesita de rostro hermoso,
te dije con la mirada,
cordobesita, que estoy celoso.
El sol que te está besando,
cordobesita, lanzó un suspiro.
Prefiero que esté nublado,
cordobesita, cuando te miro.



II

Cordobesa de mi amor,
hoy se alegran los pinares
con tu gracia y tu candor
para llevarle una flor
a la Virgen de Linares
y rezarle una oración:


Por el Puerto de la Salve,
cordobesita de rostro hermoso,
te dije con la mirada,
cordobesita, que estoy celoso.
El sol que te está besando,
cordobesita, lanzó un suspiro.
Prefiero que esté nublado,
cordobesita, cuando te miro.



III

Un romero te pintó
con vestido de lunares
y otro de ti se prendó
la mañana que te vió
caminito de Linares
y así te piropeó:


Por el Puerto de la Salve,
cordobesita de rostro hermoso,
te dije con la mirada,
cordobesita, que estoy celoso.
El sol que te está besando,
cordobesita, lanzó un suspiro.
Prefiero que esté nublado,
cordobesita, cuando te miro.



IV

Mozo bueno cordobés,
llévame con tu caballo,
que a la Virgen quiero ver
y le tengo que ofrecer,
con las rosas del rosario,
los claveles de mi fé



Por el Puerto de la Salve,
cordobesita de rostro hermoso,
te dije con la mirada,
cordobesita, que estoy celoso.
El sol que te está besando,
cordobesita, lanzó un suspiro.
Prefiero que esté nublado,
cordobesita, cuando te miro.



Se funden, confunden y surgen anécdotas, personajes y emociones: “Pelo Pincho”, “Fray Bombi”, Padre Zabalza, Padre Roces, hermanos Larrañeta, Padre Peñamil… Aquellos dominicos que en general tanto bien nos hicieron. Bromas, picardías, vivencias agradables e incluso algún mal recuerdo.


Hay brillos en las miradas. Alguno menciona entonces la etapa en la que el Padre Cirilo administraba los escasos dineros de los alumnos. Banco Cirilo estiraba con eficacia ya en los sesenta algo de por sí extremadamente limitado, en adiestramiento que de seguro con posterioridad le resultaría de utilidad en su querida Cuba.

A mí me llega que pueda ser el Padre Cirilo al cura que yo ayudaba como monaguillo en el oficio religioso de alguna que otra apacible tarde cordobesa. Admiro la memoria de mis compañeros, pero reconozco que apenas si centro emociones y afectos, máxime que alguno de ellos llega al detalle como si la cosa acabase de suceder.

Le hablo de que a su lado sentí por vez primera el enamoramiento del Cristo. Un amor primero, aún más fuerte que el de la cordobesita de ojos azul cielo a la que rondé en otras tardes, suspiros de azahar; noches de terciopelo.

Llega la despedida. Calor de bien. Cirilo sonríe, “adiós amigo” y en su palabra cariños que permanecen.

FRANCISCO LIMONCHE VALVERDE

Universidad Laboral de Córdoba, 1966-1971, cursé oficialía industrial mecánica y maestría industrial, especialidad fresa. Estuve dos años con el Padre Cirilo.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Camino de Santiago 2011, síntesis de unos pasos

Del diecisiete al veintiocho de agosto del presente año de 2011 he caminado desde Cebreiro a Santiago de Compostela por sendas impregnadas de propósito, en compañía de mujeres y hombres dispuestos para un mundo mejor. La inminencia de manifestación de lo nuevo conlleva la responsabilidad de hacerse consciente del camino. Con esas miras nos pusimos en marcha.

Santiago de Compostela es como metáfora y paradoja a un tiempo en las almas buscadoras. Belleza en robles y castaños milenarios, que mecen sosiegos y disipan brumas en lo interno, pese a las prisas y descuidos de alguno de los peregrinos; magia y armonías escalares no obstante el comercio que impregna gran parte de las rutas.

Mi hermana y uno de mis hijos han sido los más cercanos compañeros; mi esposa no pudo acompañarnos – reposa tras una intervención de menisco -. Todo camino que se precie tiene su compañía y enseñanza. La mía en esta ocasión descubrir en la mirada de mi hijo el amanecer de su descubrimiento.

El más evidente la eficacia de la meditación, que nos hemos autoimpuesto. Todos los días meditamos al menos cinco minutos, como parte de la autosanación Zen recibida de Suzanne Powell. Esto aligera los pasos y refuerza la atención y el discernimiento tanto en pensamientos, como en palabras o en acción.

Ya en Santiago de Compostela y en la Capilla de la Catedral que llaman de la Comunión – según se entra por el Pórtico de la Gloria la primera a mano izquierda -, mi hijo en compañía de otro joven y de una mujer se situaron en sendos asientos de los que se encuentran situados a la izquierda. Los tres y yo mismo entramos en un estado tal de sopor y de profundo olvido que permanecimos alejados de lo externo por un periodo no inferior a los veinte minutos, pese a los ruidos provocados por entradas y salidas.

Una señora que frisaba los ochenta años y de las que con cariño se denominan beatas contemplaba admiraba la escena.

Una vez abrimos los ojos se aproximó y nos dijo:

- ¡Qué envida¡ ¿Cómo lo habéis conseguido? Yo llevo toda la vida queriendo matar al diablo y no consigo quitármelo de encima.

Mi hijo respondió:

- EEl diablo es también criatura de Dios, puesto que todo lo creado viene de él. Abrázalo y no huyas. Si huyes correrá más rápido que tú.

- ¿Abrazar al diablo?

Abrazar lo que no nos gusta de nosotros mismos hasta tanto no se integre en la unidad que somos; sentir que la oscuridad es tan sólo el lugar al que aún no llega siquiera un resquicio de luz.

Probablemente en Santiago no se halle el cuerpo del apóstol y la urna de plata contenga sólo los restos del obispo de Iria Flavia. En realidad el camino es un ejercicio para el alma. Millones de seres lo han transitado y de seguro lo seguirán haciendo. Los pasos dejan esencias y las luces de Compostela que en los albores del año mil refulgían en noches de terciopelo seguirán sin duda siendo farolillos de referencia para el alma que espera al esposo en mitad de la noche.

Meter exclusivamente la mente o el intelecto en las cosas del sentir es cuando menos esfuerzo que lleva al desgaste. El camino se siente o se disfruta, aunque también se puede entender; sin embargo sólo desde la cabeza resultan difícilmente comprensibles las ampollas, los pies en carne viva e incluso el peregrino muerto el día anterior al de nuestra llegada.

Dice el Papa Benedicto que a Jesús el Cristo sólo es posible encontrarlo en la Iglesia Católica. Tal vez le convenga caminar a él mismo, siquiera sea en papamóvil. A Jesús se le descubre en el peregrino proscrito, que por tres días nos acompañó y del que fuimos advertidos por la guardia civil; en el transeúnte que mendiga con dignidad y lleva años sin dejar el camino; en los abrazos y cantos a cambio de unas monedas de unos simpáticos boy scouts, sin dinero suficiente para regresar a su país; en la picaresca consolidada de quienes se arriman un poquito a la luz para llevarse dulces migajas.

Es tan grande lo infinito que apenas si cabe en una mirada. La noche en lo profundo de los bosques de Sarria, iluminado el espacio apenas por un brochazo de la Vía Láctea y a su vera la Osa Mayor.

Tomadas de las manos seis personas frente a la fuente de La Vieria, cerramos los ojos y dejándonos abrazar por los elementales percibimos oleadas de caricias y aguas chapoteadas por hombrecillos invisibles pero perceptibles hasta en el susurro. Después en Samos, pasada la medianoche, la funcionaria de justicia, mujer de sentires profundos, dejándose arrebatar de lo incontenible, danzaba junto al cedro de los mil años. Hacía frío, no obstante enternecía la tiritera.

Compartir sueños; evocar a lo que se aspira, cantar a la Madre y dar abrazos al apóstol; todo esto y mucho más como grato testimonio de una nueva etapa hacia nuestro destino.

Madrid a martes, 30 de agosto de 2011


FOTOGRAFÍAS AQUÍ:

http://www.portaldorado.com/in.php?doc=8018&d=ecda4dfb58773a66a27488dfcd4371f3O1