domingo, 9 de octubre de 2011

Banco Cirilo

Esta historia tiene que ver con la fidelidad y el amor a un amigo a través de la presencia continua de una fotografía. La que conservaron por años los hermanos Jarillo.

El centro de la misma lo ocupa el Padre Cirilo y en ella aparecen a su derecha Francisco Gras, alías “el Pato”, natural de Talavera de la Reina; a su izquierda “el montañés”, y en torno a ellos los Jarillo y otros tres o cuatro más, estudiantes todos de oficialía industrial mecánica de los años sesenta.



Nos comenta Eugenio Jarillo que “El Pato” había decidido volar a Tarragona y así alcanzar la meta a la que aspiraba: estudiar electrónica en la universidad laboral del mismo nombre. No pudo ser sin embargo. El verano siguiente al del curso apenas finalizado el “de arriba” le mandó llamar y Dios lo llevó con él a los cielos. Una caída inocente a la vera de un arroyo segaba la joven vida del idealizado amigo. Empero no sería hasta unos años más tarde que los hermanos Jarillo supiesen de ello. Por décadas conservaron la foto al parecer autotomada por el propio padre Cirilo, en la que el grupo mencionado rodea al fraile en admiración sentida.

La sotana blanca del Padre Cirilo irradia luz y desde esa luz los Jarillo sienten que acompaña al Pato. Cuarenta años después toman la decisión de dar con la pista del Padre y hacerle participe del afecto que le profesan por ser ángel custodio de tan añorado amigo.

Lo encuentran en Trinidad, Cuba, donde ejerce como cura vocacional en un remoto lugar donde se le quiere y admira, siendo privilegio ganado a pulso, máxime que en la isla hay poco más de doscientos sacerdotes de porte parecido. El Padre Cirilo se conmueve con la llamada y los Jarillo deciden tomar el primer avión para abrazarle y darle una copia de la foto.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhT4it9mg5zXPdvz3vcNnIau1eDlLOx6HdZSvwUY5C5gQnYJfgJlypRdk9Q6HdjrOxXrRll-KI5Hr0TBJa9BGfSKB7Jq-z-ZsdLsjyV-B6ViqY5At4pzhNk_WO0KBFZdOLY9bhdDqJa4qE/s1600/1.jpg

Es en estas que a otro grupo de antiguos alumnos nos llega el conocimiento de la llegada de Cirilo a Madrid. Nos citamos con él por medio de los Jarillo y tomamos la decisión de que el reencuentro tenga lugar en el Hotel Sanvy para posteriormente rendirle homenaje en el Restaurante “El Pelotari”, próximo a la Biblioteca Nacional. Curiosamente somos once y se nos asigna el reservado once, para disfrutar del privilegio del abrazo en el dos mil once, cuarenta años después de la historia que prendió antorchas en los caminos de nuestras respectivas vidas.

Algunos nos reconocemos; otros no. Los cuerpos no mienten y hay mucha experiencia en los saludos. Salen a relucir los recuerdos en carne viva y agradecida. Dos de nuestros compañeros cantan de manera espontánea la canción que mantienen como un tesoro.

· Título: Romería de Linares (Canción romera)
· Autor: Ramón Medina

Letra:

I

De soldado triunfador
llevas la cara romero,
saltarín el corazón,
en el alma devoción
y en los labios un "¡te quiero!"
envuelto en esta canción:


Por el Puerto de la Salve,
cordobesita de rostro hermoso,
te dije con la mirada,
cordobesita, que estoy celoso.
El sol que te está besando,
cordobesita, lanzó un suspiro.
Prefiero que esté nublado,
cordobesita, cuando te miro.



II

Cordobesa de mi amor,
hoy se alegran los pinares
con tu gracia y tu candor
para llevarle una flor
a la Virgen de Linares
y rezarle una oración:


Por el Puerto de la Salve,
cordobesita de rostro hermoso,
te dije con la mirada,
cordobesita, que estoy celoso.
El sol que te está besando,
cordobesita, lanzó un suspiro.
Prefiero que esté nublado,
cordobesita, cuando te miro.



III

Un romero te pintó
con vestido de lunares
y otro de ti se prendó
la mañana que te vió
caminito de Linares
y así te piropeó:


Por el Puerto de la Salve,
cordobesita de rostro hermoso,
te dije con la mirada,
cordobesita, que estoy celoso.
El sol que te está besando,
cordobesita, lanzó un suspiro.
Prefiero que esté nublado,
cordobesita, cuando te miro.



IV

Mozo bueno cordobés,
llévame con tu caballo,
que a la Virgen quiero ver
y le tengo que ofrecer,
con las rosas del rosario,
los claveles de mi fé



Por el Puerto de la Salve,
cordobesita de rostro hermoso,
te dije con la mirada,
cordobesita, que estoy celoso.
El sol que te está besando,
cordobesita, lanzó un suspiro.
Prefiero que esté nublado,
cordobesita, cuando te miro.



Se funden, confunden y surgen anécdotas, personajes y emociones: “Pelo Pincho”, “Fray Bombi”, Padre Zabalza, Padre Roces, hermanos Larrañeta, Padre Peñamil… Aquellos dominicos que en general tanto bien nos hicieron. Bromas, picardías, vivencias agradables e incluso algún mal recuerdo.


Hay brillos en las miradas. Alguno menciona entonces la etapa en la que el Padre Cirilo administraba los escasos dineros de los alumnos. Banco Cirilo estiraba con eficacia ya en los sesenta algo de por sí extremadamente limitado, en adiestramiento que de seguro con posterioridad le resultaría de utilidad en su querida Cuba.

A mí me llega que pueda ser el Padre Cirilo al cura que yo ayudaba como monaguillo en el oficio religioso de alguna que otra apacible tarde cordobesa. Admiro la memoria de mis compañeros, pero reconozco que apenas si centro emociones y afectos, máxime que alguno de ellos llega al detalle como si la cosa acabase de suceder.

Le hablo de que a su lado sentí por vez primera el enamoramiento del Cristo. Un amor primero, aún más fuerte que el de la cordobesita de ojos azul cielo a la que rondé en otras tardes, suspiros de azahar; noches de terciopelo.

Llega la despedida. Calor de bien. Cirilo sonríe, “adiós amigo” y en su palabra cariños que permanecen.

FRANCISCO LIMONCHE VALVERDE

Universidad Laboral de Córdoba, 1966-1971, cursé oficialía industrial mecánica y maestría industrial, especialidad fresa. Estuve dos años con el Padre Cirilo.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Camino de Santiago 2011, síntesis de unos pasos

Del diecisiete al veintiocho de agosto del presente año de 2011 he caminado desde Cebreiro a Santiago de Compostela por sendas impregnadas de propósito, en compañía de mujeres y hombres dispuestos para un mundo mejor. La inminencia de manifestación de lo nuevo conlleva la responsabilidad de hacerse consciente del camino. Con esas miras nos pusimos en marcha.

Santiago de Compostela es como metáfora y paradoja a un tiempo en las almas buscadoras. Belleza en robles y castaños milenarios, que mecen sosiegos y disipan brumas en lo interno, pese a las prisas y descuidos de alguno de los peregrinos; magia y armonías escalares no obstante el comercio que impregna gran parte de las rutas.

Mi hermana y uno de mis hijos han sido los más cercanos compañeros; mi esposa no pudo acompañarnos – reposa tras una intervención de menisco -. Todo camino que se precie tiene su compañía y enseñanza. La mía en esta ocasión descubrir en la mirada de mi hijo el amanecer de su descubrimiento.

El más evidente la eficacia de la meditación, que nos hemos autoimpuesto. Todos los días meditamos al menos cinco minutos, como parte de la autosanación Zen recibida de Suzanne Powell. Esto aligera los pasos y refuerza la atención y el discernimiento tanto en pensamientos, como en palabras o en acción.

Ya en Santiago de Compostela y en la Capilla de la Catedral que llaman de la Comunión – según se entra por el Pórtico de la Gloria la primera a mano izquierda -, mi hijo en compañía de otro joven y de una mujer se situaron en sendos asientos de los que se encuentran situados a la izquierda. Los tres y yo mismo entramos en un estado tal de sopor y de profundo olvido que permanecimos alejados de lo externo por un periodo no inferior a los veinte minutos, pese a los ruidos provocados por entradas y salidas.

Una señora que frisaba los ochenta años y de las que con cariño se denominan beatas contemplaba admiraba la escena.

Una vez abrimos los ojos se aproximó y nos dijo:

- ¡Qué envida¡ ¿Cómo lo habéis conseguido? Yo llevo toda la vida queriendo matar al diablo y no consigo quitármelo de encima.

Mi hijo respondió:

- EEl diablo es también criatura de Dios, puesto que todo lo creado viene de él. Abrázalo y no huyas. Si huyes correrá más rápido que tú.

- ¿Abrazar al diablo?

Abrazar lo que no nos gusta de nosotros mismos hasta tanto no se integre en la unidad que somos; sentir que la oscuridad es tan sólo el lugar al que aún no llega siquiera un resquicio de luz.

Probablemente en Santiago no se halle el cuerpo del apóstol y la urna de plata contenga sólo los restos del obispo de Iria Flavia. En realidad el camino es un ejercicio para el alma. Millones de seres lo han transitado y de seguro lo seguirán haciendo. Los pasos dejan esencias y las luces de Compostela que en los albores del año mil refulgían en noches de terciopelo seguirán sin duda siendo farolillos de referencia para el alma que espera al esposo en mitad de la noche.

Meter exclusivamente la mente o el intelecto en las cosas del sentir es cuando menos esfuerzo que lleva al desgaste. El camino se siente o se disfruta, aunque también se puede entender; sin embargo sólo desde la cabeza resultan difícilmente comprensibles las ampollas, los pies en carne viva e incluso el peregrino muerto el día anterior al de nuestra llegada.

Dice el Papa Benedicto que a Jesús el Cristo sólo es posible encontrarlo en la Iglesia Católica. Tal vez le convenga caminar a él mismo, siquiera sea en papamóvil. A Jesús se le descubre en el peregrino proscrito, que por tres días nos acompañó y del que fuimos advertidos por la guardia civil; en el transeúnte que mendiga con dignidad y lleva años sin dejar el camino; en los abrazos y cantos a cambio de unas monedas de unos simpáticos boy scouts, sin dinero suficiente para regresar a su país; en la picaresca consolidada de quienes se arriman un poquito a la luz para llevarse dulces migajas.

Es tan grande lo infinito que apenas si cabe en una mirada. La noche en lo profundo de los bosques de Sarria, iluminado el espacio apenas por un brochazo de la Vía Láctea y a su vera la Osa Mayor.

Tomadas de las manos seis personas frente a la fuente de La Vieria, cerramos los ojos y dejándonos abrazar por los elementales percibimos oleadas de caricias y aguas chapoteadas por hombrecillos invisibles pero perceptibles hasta en el susurro. Después en Samos, pasada la medianoche, la funcionaria de justicia, mujer de sentires profundos, dejándose arrebatar de lo incontenible, danzaba junto al cedro de los mil años. Hacía frío, no obstante enternecía la tiritera.

Compartir sueños; evocar a lo que se aspira, cantar a la Madre y dar abrazos al apóstol; todo esto y mucho más como grato testimonio de una nueva etapa hacia nuestro destino.

Madrid a martes, 30 de agosto de 2011


FOTOGRAFÍAS AQUÍ:

http://www.portaldorado.com/in.php?doc=8018&d=ecda4dfb58773a66a27488dfcd4371f3O1

domingo, 26 de abril de 2009

El aroma de Cristo

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Madrid a miércoles, 22 de abril de 2009

Hace poco más de quince horas regresaba de Tel Aviv. Durante diez días y en compañía de veintidós personas, he tenido la dicha de recorrer algunos de los lugares por los que transitó dos mil años atrás Jesús, Cristo, el Maestro, hijo de María y de José.


La tierra de la Biblia es ahora la del nuevo estado de Israel, donde las alambradas, controles policiales y el asfixiante aliento de la seguridad se ciernen como permanente recuerdo de que su experiencia de vida, dolor y muerte, aún no han calado en este mundo que aspira desde entonces y desde siempre a la paz.

Hemos estado alojados en el convento de las “Rosary Sisters”, congregación cristiana de monjas árabes fundada en 1880, en la ciudad de Jerusalén. Dicha congregación cuenta con sesenta y tres centros distribuidos entre varias de las ciudades del Islam más importantes, en el Oriente Medio fundamentalmente. La congregación despliega toda una amplia acción social, desde el cuidado y la educación, al alojamiento de los peregrinos. Las diferencias con respecto de otras congregaciones, es que es la única de estas características constituida en Tierra Santa y que las hermanas se turnan permanentemente en los diferentes centros para rezar a cada hora el rosario.

Una monja de dulce sonrisa, frágil y tierna, pero al tiempo sólida y estable, Sor Pasquale, ha sido nuestro ángel cuidador, en la oración, el alimento y el abrigo. ¿Cómo puede una sonrisa ser tan fuerte y tan bonita? Todavía tengo en mí la tarde de ayer, cuando se despedía de nosotros inundándonos a besos y bendiciones desde la puerta del convento.

Jerusalén, ciudad de tópicos, donde las barreras más inexpugnables son las de la mente, y donde a la vez a cada instante se produce el milagro de que las cosas funcionen. ¡Hay tantas cosas que ver y hacer en Jerusalén! Una de ellas, la más importante y la clave que resume nuestro peregrinaje, la pudimos confirmar desde la consciencia plena de nuestra pasión por Cristo, y es que la paz del mundo, el futuro de la humanidad se está dilucidando justo allí en estos momentos.

No va a ser lo que ocurra en el medio ambiente, los terremotos o cosas incluso inimaginables que puedan manifestarse, ni siquiera el fin de los tiempos relacionados con el 2012, la economía o las guerras, con ser tremendo todo esto, sino con construir o no hacerlo de una vez por todas la paz en el alma de Jerusalén.


Jerusalén, ha sido destruida en veinte ocasiones y reconstruida otras tantas. ¿Alguna vez nos hemos detenido a pensar en el porqué de todo esto? La razón es que el substrato de lo que se encuentra allí es una semilla cósmica, y las semillas cósmicas o florecen o explotan. No hay término medio, no vale con rezar o con suplicar que de fuera vengan a solucionárnoslo. Depende de judíos, árabes y cristianos, pero también y mucho de la paz que cada uno alcance en sí. Nunca ha sido tan necesaria la paz dentro de nosotros. Es el latido de una pluma el que va a inclinar la balanza. El mensaje es que la paz interior es el instrumento para llegar al amor, que edifique por fin sobre las más sólidas columnas.

Decir también que hemos visitado La Vía Dolorosa, El Santo Sepulcro, El Huerto de Getsemaní, La Iglesia de la Dormición… Enumerar los lugares recorridos tanto relacionados con el cristianismo, como con el judaísmo o el mundo árabe y sólo en la ciudad de Jerusalén, conduciría inevitablemente a la elaboración de un libro. Sin embargo, han sido diez días intensos no sólo allí, sino en otros lugares de Israel, todos repletos de experiencias y de regalos. Voy a comentar algunos de los más significativos.

El de mayor calado para mí ha sido el concerniente al Mar de Galilea. En una barca, similar a la que patronaba Pedro, el Pescador, y que es de las que se utilizan tanto por los peregrinos como por los turistas de Tierra Santa, pude sentir la presencia de Cristo. Eran las trece horas. Pedí al patrón que detuviese el barco en mitad del lago, una suave brisa se enseñoreaba en ese momento, reconfortándonos del implacable sol de Tiberiades. En un instante determinado, el grupo comenzó a meditar. Los marineros guardaron silencio. Sucedió entonces que casi todos sentimos algo, ya en nuestra imaginación, ya en la pura piel, ya en el corazón. Jesús remaba en compañía de Maria de Magdala. Caía la tarde, comentaban algo entre sí con risas, suavidad, fragancia y aromas. La sensación que nos llegaba era de torrente de agua que nos regase por dentro, recordándoos que en la memoria del agua todo permanece. El regalo del pescador de hombres, se hizo entonces onda en la canción de nuestras almas. Llovía Cristo dentro de cada cual. En un instante determinado, el patrón tomó su armónica y comenzó a interpretar la canción del Pescador de hombres. El clímax: un escalofrío dulce nos sacudió como viento a la hoja.

Otro de los instantes, apenas un fugaz resplandor, tuvo lugar en Masada, donde aún flota en neblina la esencia de los profetas. Allí sentí añoranza y el verso de la letra recordada. Dios se encuentra en los lugares más altos y más bajos de la Tierra. Nunca se ha marchado. Allí lo sentí como nunca antes lo había sentido.


Otro instante tuvo lugar en el Dominus Flevit, donde el Señor lloró contemplando la ciudad; el lugar está ahora ocupado por una pequeña iglesia. Un sacerdote francés oficiaba misa. Permanecí sentado a la entrada, recostado contra la puerta de acceso. El cura estaba exultante, como en trance, disfrutando de la misa, que se alargaba más y más impidiéndonos la entrada al recinto. Sin embargo, aquello resultó necesario. Allí pude ver al Cristo gigante, un ser de más allá de este mundo, de muchos mundos simultáneos, sentir en compasión infinita desde su inmenso poder, la destrucción de la ciudad que le condenaba a muerte. Describir a Jesús como un torrente de amor capaz de anegar al mundo, no es suficiente. El Jesús que vi era muchas capas de luz de fuerza descomunal, controladas desde el propósito y desde el amor infinito de un ser que ve y siente como hombre por el dolor inmenso de la humanidad.

Pero no es sólo por el hombre por quien lloró Jesús; lloró por quienes han puesto al hombre lejos del hogar del padre y aun persisten en el empeño, imbuidos en los miedos que produce lanzarse desde el vacío de la mente al colchón del corazón.

Otro lugar que visitamos fue la Iglesia de Maria Magdalena, mandada construir por el Zar Alejandro III en 1883, canción de música bella que se enseñorea sobre la ciudad. Probablemente María Magdalena jamás pisara los lugares sobre los que se asienta la iglesia, sin embargo las monjas blancas rusas han imbuido de un espíritu delicioso el aire de los jardines que la circundan. Allí fui consciente de que María Magdalena es tan fuerte como Jesús y de su misma condición regia.


Tras ello, Qumran, en un instante de comunión con los esenios, monasterio en el que sentimos la presencia del adolescente Jesús y de los misterios en los que resultó iniciado. Luego Nazareth, el Mar Muerto, el desierto de Judea, el Monte Carmelo…y otra vez Jerusalén, visitando lugares donde la Virgen está a la vez dormida, muerta y ascendida, según sea quien la custodie. Hay incluso un lugar donde los griegos ortodoxos afirman que nació María y poco más arriba los franceses dicen lo mismo.

Sólo unas líneas de despedida para quienes hayáis tenido la paciencia de llegar hasta aquí. Me cuesta escribir, modular con palabras un sentimiento que me está resultando tan especial. Amar a Cristo es fácil, entenderlo quizá ya no lo sea tanto, pero vivir, siquiera un segundo, la luz que aún permanece de sus brillos, es una experiencia que hay que vivir para enseñorearse de su trascendencia.

miércoles, 23 de julio de 2008

Una joya española y universal: Santiago Ramón y Cajal

Hoy día 15 de julio de 2008 he tenido el privilegio de asistir en el Centro de Alzheimer de la Fundación Reina Sofía a la presentación del DVD, Santiago Ramón y Cajal: las mariposas del alma.


Me ha conmovido. Apenas si he podido ver la mitad de la presentación y tengo urgencia en compartir lo visionado.


Santiago Ramón y Cajal tuvo sin duda alguna acceso a los conocimientos sobre el origen del origen. De alguna manera y tal como otros grandes hombres, Einstein, Beethoven o Graham Bell se le dio la oportunidad de ojear el gran libro de la vida.


Médico, investigador, escritor, fotógrafo, filósofo, artista y hombre comprometido fue capaz de adelantarse a la mecánica quántica y al universo holográfico. Cajal habla de los axones y del intercambio de estos con las dendritas, en una red neuronal semejante en fractal a la que compone el universo entrelazado. El axón emite mensajes químicos sin aparente soporte material, que están a un tiempo en multitud de estados simultáneos. Del cerebro a la mente, de la mente al origen, donde quiera que este se encuentre. Un microscopio, apenas capaz de ver más allá de lo que se podía en la época y su determinación de hombre de bien, fueron más que suficientes para adelantarse a la moderna neurociencia.

El buen pensar, la responsabilidad de emitir sólo lo mejor que haya en nosotros, se confirma desde el entrelazamiento de redes que conforma el gran cerebro de la humanidad en su conjunto. Observar los dibujos de Cajal, las interconexiones que dibujan neuronas, dendritas y axones. Saber que somos en realidad lo que emitimos, que estamos reproduciendo de continuo lo de dentro hacia fuera, debiera de hacernos meditar sobre lo oportuno de hacer un cambio en nuestras vidas y cuanto antes. Nada es ajeno y todo está interconectado, en un bellísimo cuadro de profundidad infinita.


Hay muchas claves en este DVD, tanto en lo concerniente a la ciencia más clásica, como a los valores más delicados del ser humano o a la rapidez y el porqué de las cosas que pasan. Lo recomiendo vivamente.


El vídeo está audiodescrito y subtitulado, versiones español e inglés, puede ser por tanto visto y oído también por ciegos y sordos


Tenemos el gusto de anunciarle la presentación oficial del DVD SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL: LAS MARIPOSAS DEL ALMA, producido por TVE Comercial, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Fundación Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas (Fundación CIEN) y la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Este DVD contiene el documental del mismo nombre, de una hora de duración, coproducido por TVE y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, con motivo del centenario de la entrega del Premio Nobel a Ramón y Cajal.

Ganador del GOLDEN AWARD FOR THE BEST BIOGRAPHY en el World Media Festival 2007 (Hamburgo) el documental se ofrece en este DVD que presenta, además, una serie de contenidos extras. Con ellos se completa este proyecto, muy recomendable a nivel educativo y divulgativo de nuestra ciencia y de los valores universales que impulsaron a Cajal a realizar su tarea, cuyos resultados le han llevado a ser el fundador e inspirador de la neurociencia moderna.

http://www.divisared.es/Paginas/FichaProducto.aspx?idTitulo=1213

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Hará como cosa de diez o quince años escribí esta narración sobre Leslie Lemke, que creo complementa lo referido anteriormente.

LESLIE LEMKE

Por FLV

May dudó unos instantes; no por falta de resolución, sino porque era consciente de la responsabilidad que asumía al hacerse cargo de un niño en aquel estado. La adopción de un niño, en fase terminal, suponía para ella ser responsable de algo tan extremadamente serio, como ayudar en el tránsito de una etapa de vida, precaria, a otra en la que sólo Dios sabe que nos aguarda.

Leslie hizo su irrupción en este mundo en Milwaukee, allá por mil novecientos cincuenta y dos. Su madre lo dio en adopción nada más nacer. Tras un parto prematuro, llegaba a la vida con una gravísima afección ocular y desarrollaba un glaucoma, por el que fue preciso extirparle ambos ojos. Sufría también de daños en el cerebro y su frágil salud inducía a pensar que el hálito de la existencia iba a escapársele en breve.

El fragilísimo estado del niño movilizaba al servicio social del condado, empeñado en hallar una persona que se hiciera cargo de una criatura en tal situación, evitando que muriese en un hospital, lejos del cariño de una madre.

Dieron con la persona, May Lemke, su madre desde entonces. Esta mujer, enfermera de profesión, contaba cincuenta y dos años al hacerse cargo del niño y tenía además cinco hijos propios.

Los hijos de May habían comenzado a independizarse. De hecho, vivía prácticamente sola con su marido Joe, en una modesta cabaña cerca del Lago Pewaukee. May guardaba, sin embargo, mucho amor dentro de sí, en disposición de ofrecerlo con generosidad a quien lo precisara.

May cuidó toda la vida de Leslie con cariño infinito. Enseñó a éste todo cuanto de ella precisaba: a comer, para no morir atragantado, a comunicarse, por medio de sonidos y del tacto de las manos; a caminar... May residía prácticamente de manera permanente en el corazón del niño.

Leslie no sólo no murió, sino que se fue transformando en un muchacho grande y fuerte, cuidado en todo momento por las bondadosas manos de la menuda y bella mujer que era May.

May pasaba el día cantando y hablando a Leslie. De hecho, Leslie permanecía amarrado a ella por una cinta desde el amanecer al ocaso. Se le ocurrió en una ocasión poner las manos del niño sobre un piano. El niño se dejó hacer.

Leslie se sintió intrigado por el ritmo y por la música desde el primer momento. Poseía una prodigiosa memoria y era capaz de reproducir las canciones escuchadas, o de repetir cualquiera de las conversaciones que hubiese escuchado, días e incluso meses antes.

Leslie contaba catorce años de edad cuando vino a acaecer que una noche quedó embelesado, en unión de sus padres, por el fondo musical de una película emitida en televisión. May, Joe y Leslie se fueron a la cama con el regusto del buen cine y la emoción del agradable sonido. Al amanecer, May volvió a escuchar la dulce melodía. Resultaba extraño, pero pensó que Joe tal vez se habría dejado puesta la televisión.

Bajó presurosa las escaleras del cuarto y al llegar al recibidor, la sorpresa y la emoción la dejaron sin aliento. Allí, frente a ella, se estaba produciendo el milagro tantas veces rogado a Dios. El ser desahuciado, condenado a una muerte prácticamente segura, se le manifestaba en la gozosa plenitud de la melodía que le fluía del alma a las manos.

Un niño ciego, autista, con parálisis cerebral y salud quebrada, deslizaba sus dedos por las teclas del piano, e interpretaba a la perfección el Concierto Nº 1 en Piano de Tchaikossky.

Sólo una vez en toda su vida había tenido Leslie la ocasión de escuchar esta pieza. Resultó más que suficiente. Nunca hasta entonces había interpretado nada o recibido clases de música, salvo el acompañamiento rítmico apoyado por los dedos de su madre.

May rebosaba de contento En la convicción de que debía de hacer partícipe del regalo de la música de Leslie a la comunidad, se decidió por dar a conocer sus habilidades en iglesias, escuelas...

Leslie provocaba el asombro entre quienes le escuchaban. Su repertorio resultaba ilimitado. Era capaz de reproducir cualquier canción con solo escucharla una vez. Su fama comenzó a extenderse por doquier.

En una ocasión, Walter Cronkite, de la CBS, daba inicio a uno de sus programas informativos vespertinos, con la siguiente noticia: “esta es la estación del año en la que se celebra un milagro. La historia que les voy a narrar pertenece al período del año en que nos encontramos. Es la historia de un joven, un piano y un milagro”.

Desde entonces, Leslie ha dado conciertos a lo largo de EE.UU. Ha estado incluso de gira por Japón. Hoy es el día que sigue ofreciendo conciertos gratuitos en guarderías, cárceles o iglesias.

Lo realmente sorprendente de esta historia de personas que padecen de discapacidad en grado extremo, es el círculo que se cierra sobre sí, del amor al amor.

En mil novecientos ochenta, May comenzó a padecer la enfermedad de Alzheimer, enfermedad de la que más información se dispone y sobre la que más se ha investigado hasta el momento; pero de la que aún no existe tratamiento eficaz que la combata.

En realidad el Alzheimer es la enfermedad del olvido. Las referencias más elementales se trastocan. La desorientación es una constante, que daña a quien la padece y duele a quien acompaña. May iba olvidándose de todos, de sí misma y hasta de su querido Leslie.

Sólo de tanto en tanto una sonrisa se le dibujaba en los labios. Era cuando Leslie ejecutaba en el piano las dulces melodías, que todavía perduraban en algún lugar del dañado cerebro. Entonces sonreía y decía “éste es mi chico”.

Si la música cesaba, May caía en el mutismo y se encerraba en el olvido. Falleció el seis de noviembre de mil novecientos noventa y tres.

Leslie vive ahora con una de las hijas de May. La música es su idioma y le hace hablar, disfrutar e incluso le hace aflorar un cierto sentido del humor.

Leslie padece el síndrome del sabio. Es un síndrome extremadamente raro – personas que padecen de discapacidad, pero que gozan de habilidades, que serían notables incluso en personas “normales” -. Sin embargo, lo realmente sorprendente es el prodigio de la música que le llega desde el ángel que lo habita.

Es probable que no se hayan dado en el último siglo más allá de las cien personas que padezcan este síndrome. Leslie es un caso único entre mil millones.

Hoy es el día también que su música sigue acariciando las copas de los árboles y rezuma el cielo en el que May sonríe diciendo “éste es mi chico”.

REFERENCIA: An inspirational perfomance

http://wismed.org/foundation/lemke.htm

http://video.google.es/videosearch?q=leslie+lemke&sitesearch=#

viernes, 13 de junio de 2008

Ambiente y Sociedad

Estimados todos:

Vivimos la manifestación de un presente, efecto de las causas pasadas que lo han provocado. No hace falta situarse frente a una pantalla de televisión o salir a la calle, para percibir la oleada de miedo y angustia generalizados. Pero ¿de qué somos responsables? Pues tan sólo de eso: de nuestros miedos y angustias. Nada de lo que vaya a acontecer e incluso de lo que ya haya sucedido, va a impedir el tsunami psíquico que conlleva el cambio de paradigma, pero sí lo puede amortiguar y hacer que sus efectos sean menos devastadores.


De hecho, lo que ocurra, tal vez sea lo mejor que nos pueda suceder. Vivimos pensando únicamente en la subsistencia, no en la vivencia. Hay quienes compran toneladas de papel higiénico, arrasando estanterías de supermercados, porque se cagan de miedo. ¿No es ya llegado el momento de mirar hacia atrás, a ver si es la capa sujeta al arbusto y no el fantasma quien nos agarra?¿No es ya llegado el momento de vivir, siquiera unos instantes?


El cambio es un proceso que hay que experimentar, y dar consejos o advertencias puede sencillamente estimular aún más los ruidos. Me permito simplemente recordar que también más que nunca es llegado el momento de la conciencia y de la honestidad. Salvar al mundo, pero comenzando por nuestro propio mundo interior; nuestros pensamientos, palabras y acciones. Y ponernos al servicio de la Tierra, en algunos casos simplemente no haciendo nada, sino dejando que se manifieste lo que la madre demande.

Un abrazo a todos

Francisco Limonche Valverde

Me permito sugeriros echéis una ojeada a ECOPORTAL y a estos dos blog:
Portal ORIÓN
http://www.888portaldeorion.blogspot.com/
RETIRO EN ROBLEDO DE CHAVELA, MADRID 12 y 13 julio
http://www.institutopsicobiologico.com



domingo, 1 de junio de 2008

Una experiencia

He vivido la experiencia de la oscuridad. A mil quinientos metros de la entrada de una cueva y a unos cien de profundidad, la ausencia de luz se vive entre el miedo y la paz; entre la pequeñez y la lejanía estratosférica de la mundanalidad, siquiera sea un minuto. No hay espacio en el cerebro para un solo pensamiento, que no sea el de la vivencia de ese justo presente.

Ha sido en Cantabria, en la cueva del Soplao, el sábado de la pasada semana, veinticuatro de mayo de dos mil ocho, http://www.elsoplao.es.

La cueva del Soplao es en sí es un portento de la naturaleza: billones de gotas calcáreas diamantinas, brillan por doquier; racimos de caprichosas formaciones, de estalactitas y estalagmitas, asemejan ramos de flores; columnas marmóreas, bosques petrificados, sirenas varadas; formaciones que crecen caprichosamente, desafiando la ley de la gravedad, horizontalmente, inclinadas, en semicírculo…

Allá donde los mineros atisbaron el final del zinc, del plomo y del hierro continuaba la grandeza de lo desconocido para ellos; bellas formaciones que hacen percibir el pálpito del infinito. Cielo y tierra, firmamento y negrura totales que se esconden tras el útero materno de lo que somos y de donde venimos.

No se ve nada, por más que te esfuerces en agrandar el iris: los ojos son absolutamente inservibles sin luz artificial.

El grupo, de unas veinte personas, conducidas por dos espeleólogos, llegamos al lugar asignado. Tomamos asiento. Uno de los espeleólogos nos pasó un pedazo de estalactita en forma de falo, no sin cierto alborozo por parte de las mujeres. Indicó entonces que según fuésemos palpando la pieza, apagásemos la luz de nuestros cascos. Así lo hicimos. Cuando la estalactita llegó al último, se hizo la ¡oscuridad total¡

¿Dónde está la soberbia del hombre, si apenas a unos metros de la superficie, carece de todo? Es miedo, pero al tiempo es también la seguridad de la madre. La madre que tiembla de fiebre y de amor; que sacude sus entrañas y expele los malos humos; que se derrite y sin embargo ofrece una alfombra de flores para los ojos que salen de su seno.

La madre es la Tierra, es la diosa y es María; es la naturaleza y es el ser fractal de luz y de su ausencia en nosotros mismos. Allá en el fondo de una cueva lo pude percibir.

Recomiendo esta visita. Más en http://www.elsoplao.es




jueves, 17 de abril de 2008

Camino de Santiago. CRONICA DE UN CAMINO, 17 de Abril de 2008

Escrito que recoge mis impresiones sobre el Camino de Santiago

http://limonche.blogia.com/ (fotografías y tres primeras etapas)

Madrid a jueves, 17 de abril de 2008

Escribo esta crónica sólo unas horas después de haber llegado en tren desde Santiago de Compostela. Lo hago así para transcribir lo más fielmente posible las primeras impresiones de esta experiencia.

El camino andando a Santiago lo inicié en compañía de dos compañeros de la empresa en la que trabajé hasta mi prejubilación: Telefónica. Estos dos compañeros (Antonio y Julio) fueron quienes planificaron el viaje. Ellos tuvieron la gentileza de invitarme y desde aquí va para ellos mi agradecimiento.

Dicho esto he de expresar en primer lugar que esta ha sido una experiencia durísima, apegada a la tierra y alejada en cierta manera del cielo, sin concesiones; planificada y ejecutada con tremenda precisión, por dos ingenieros de planificación de redes de telecomunicaciones, que es la profesión que los mencionados ejercieron hasta su prejubilación.

Todo viaje genera unas expectativas. Yo esperaba la dureza; pero esta ha superado con creces todo lo imaginado.

Apenas si ha habido un instante para la meditación; la contemplación del árbol, la ermita o la puesta del sol. Jornadas con un promedio de treinta quilómetros, de desayuno a comida, literalmente (de siete de la mañana a dos o seis de la tarde en ocasiones), sin apenas resquicio para la parada, descanso o contemplación. Veintidós días que comenzaron el dieciocho de febrero y en tres jornadas salteadas de semanas distintas y diecinueve jornadas consecutivas, nos llevaron de la iglesia parroquial de Santiago y San Juan Bautista de Madrid, a la Catedral de Santiago, donde llegamos el miércoles de esta semana, día dieciséis de abril del año en curso de dos mil ocho.

La distancia que separa la iglesia de Santiago de Madrid de la catedral del mismo nombre en Compostela, de acuerdo con la asociación de amigos del camino de Santiago de Madrid http://www.demadridalcamino.org, es de seiscientos setenta y seis quilómetros, justo el mismo número en metros a que se encuentra la mencionada iglesia con respecto del nivel del mar, que es de seiscientos setenta y seis.

Los diecinueve días seguidos los iniciamos en Segovia, el día veintinueve de marzo. La primera impresión de Segovia, vista en la lejanía desde Zamarramala, donde una vez al año las mujeres mandan sobre los hombres, es sobrecogedora y alienta cuadros de belleza semejante en jornadas posteriores. En la iglesia parroquial de Zamarramala, iglesia de la Magdalena, el párroco nos estampa el primer sello de nuestra acreditación continuada y nos habla de su iglesia. En ella contemplo en el pórtico de entrada y junto al altar, en el sagrario, el sol y la luna, símbolos “paganos” en un templo católico. Esta es una señal simple, de que todo forma parte de lo mismo: la tierra y el cielo; de que no hay privilegios, ni atribuciones de exclusividad. La madre tierra es el origen de la vida. La madre María es la continuación o evocación de una misma cosa.

El día siguiente, día treinta de marzo, el trayecto de Santa María la Real de Nieva a Coca, pasa entre otros por Navas de la Asunción, lugar donde Margarita, la hospedera del albergue y pastelera nos obsequia con pastelillos.

Margarita, a pesar de ser hospedera, no sabe del camino más allá de los seis quilómetros en ambos sentidos. Es sin embargo devota y agradecida de los peregrinos.

En Santa María la Real de Nieva visitamos el templo de Nuestra Señora de la Soterraña, anterior monasterio de dominicos, en el que yacen quinientos de ellos cubiertos cada uno por una especie de lápida de madera, junto a la tumba de un inquisidor cubierto de una lápida de mármol. La sensación que me produce esta visita es de inquietud.

El día dos de abril es el que se me hace más duro y provoca posteriormente una tristeza cercana a la depresión, que me hace incluso dudar de si continuar o no. Este día recorro cerca de cincuenta quilómetros, mochila de diez quilos a las espaldas, y apenas una parada de cuarenta minutos para comer unos huevos fritos y un pedazo de lomo de cerdo, siendo que no he probado la carne en más de dos años y que esta se nos sirve frita en su propia grasa.

La llegada del dos de abril es a Medina de Rioseco, donde se nos presenta un cura muy peculiar, Jano, que se asemeja más un bohemio de larga melena y rostro peculiar, que a un sacerdote. Jano nos regala una maravilla: la visita a la iglesia de santiago apóstol de Medina Rioseco. El retablo y toda la iglesia están centrados en el apóstol http://es.wikipedia.org/wiki/Medina_de_Rioseco . Aquí comienza de alguna manera la vibración de Santiago, que continuará haciéndose presente en otras muchas iglesias o templos a él dedicados a lo largo del camino.

El día tres es el día en el que mi hijo Francisco Javier cumple veintiséis años. En la noche prácticamente no duermo, con aprensión en el pecho, pensando que de un momento a otro el corazón me pueda fallar. Decido no caminar ese día, que es justo una de las etapas más suaves y bonitas, Medina de Rioseco- Villalón de Campos, a orillas del Canal de Castilla.

El remordimiento de dejar solos a mis dos compañeros, unido al hecho de pasar el día del cumpleaños lejos de mi hijo, la situación de mi otro hijo; los mensajes de mi hija y el hecho de sentir que sí me fallo es a ellos y a mí mismo, me sumen en un estado de apatía profundo. Justo entonces aparece Santiago, un hospitalero del camino, de sesenta y ocho años, al que comento que he hecho la etapa en taxi.

- Pues los que llegan en taxi a los albergues en los que yo soy el hospitalero, no les dejo pasar. El camino es para hacerlo a pie, me regaña.

Sus palabras me hacen reaccionar y decido que al día siguiente, duerma o no, voy a seguir andando.

Así lo hago, pero sucede algo curioso. En Santervás de Campos, un pueblo cercano, en el que hacemos un alto y desde el cual se contempla el pueblo anterior, vemos a lo lejos que llega un peregrino: Santiago.

Saludamos a Santiago y contemplamos estupefactos que sin rubor alguno levanta la mano, para un coche y pide con desparpajo que le lleven al albergue del pueblo siguiente. Sus palabras de reproche evidentemente no iban dirigidas a él mismo; probablemente iban dirigidas a mí.

Este es el día también en el que me llama Carmen, una prima de mi primera esposa, con la que mantengo una buena relación de amistad, para comentarme que ha sido madre. Lo entiendo como un regalo y como la vida nueva que se manifiesta en este camino

Al día siguiente llegamos a Sahagún. Aquí, en la iglesia de San Tirso, convertida en museo, hay una tumba de piedra impresionante, que no se sabe bien a quien contiene o contuvo, pero que transmite muy buenas vibraciones. Me gusta y me deleito un instante, sentado frente a ella.

El día cinco hacemos el trayecto Sahagún- Mansilla de las Mulas. En mitad del camino me sorprende mi cuñado Néctor, que viene en sentido contrario. No me reconoce con la barba que llevo de varios días y contemplo con divertimento como me saluda sin saber quien soy. Su llegada me reconforta y es de una gran ayuda, pues hace calor y la distancia que me separa de mis compañeros es apreciable. Néctor viene a darme ánimos y es una bendición en el momento más oportuno.

Al día siguiente caminamos de nuevo cerca de cincuenta quilómetros en nuestro paso por León. Aquí me sucede algo curioso. Al aproximarme a la catedral, un joven, de la edad más o menos de mi hijo Roberto, se acerca a mí y sin dejar de mirarme a los ojos, con los suyos claros y azules me grita:

- ¡El amor es una tristeza¡

Yo le digo:

- Ámate a ti mismo y aprenderás a amar sin tristeza

Me sorprende el muchacho, que se aleja sonriente. Visito la catedral y a la salida de nuevo me espera:

- Entonces, me dice, lo que hay que hacer es amarse a uno mismo, ¿verdad?

- Sí, así es, le digo. Si te amas, amarás a los demás sin depender de nadie nada más que de ti mismo

El día siete nos caen unas gotas de granizo camino de Astorga. Otros días tendremos lluvia, nieve y sol.

El día ocho, en Rabanal del Camino, tenemos la oportunidad de escuchar el gregoriano de dos monjes benedictinos y de recibir de ellos la bendición del peregrino. Este es el día precisamente en el que me llama compungido mi hijo Francisco Javier para decirme que Bécquer, nuestro viejo gato persa, ha muerto.

El día once llegamos a Cebreiro, donde según la leyenda tuvo lugar el milagro de Cebreiro http://www.corazones.org/lugares/espana/cebreiro/a_cebreiro.htm y es lugar donde se encuentra el santo grial. La subida es brutal, más de ochocientos metros de desnivel en apenas siete quilómetros. El corazón parece querer salírseme del pecho. Controlo el nerviosismo y finalmente tras una penosa subida alcanzo el objetivo.

En Cebreiro hablo con Manuel, un peregrino transeúnte, sin techo, un “mendigo” alcohólico que lleva seis años haciendo el camino. Manuel me dice que el camino nunca está solo, incluso el treinta y uno de diciembre de cada año. Me habla también de su familia, a la que no ve desde hace doce: me cuenta que no quiere dormir en albergues, porque no dejan entrar a su perro y me habla de otras muchas cosas. Es un hombre más joven que yo, pero tiene un aspecto cansado y triste, al tiempo que ajeno y distante. Manuel se me asemeja a Cristo. Me despido de él y le deseo suerte.

A la entrada de Triacastela hay un castaño que según nos comenta un lugareño tiene mil setecientos años. En la provincia de Lugo cada castaño o dada roble son como un monumento, una escultura viva en búsqueda de la perfección. Hay miles y miles y a cada cual más bello. Me detendría una eternidad para tocarlos o deleitarme en su contemplación, pero la marcha apremia.

Aroma el trayecto el brezo violeta, el enebro amarillo, los miles de colores del campo lucense, en los que la madre tierra se reconcilia con la sequedad cuarteada que se viene arrastrando desde Madrid.

El día doce me llevo una sorpresa aún mayor. Al llegar al hotel, a punto de arrojar la mochila, que me pesa y estorba, me esperan Sagrario y mi hermana Mari. Sagrario es mi amor. Me mira y se emociona. Yo no sé de qué manera llegar hasta ella. Las piernas me tiemblan del cansancio y de la impresión; la mochila se cae al suelo. Cesa la lluvia que viene cayendo y al poco perfuma el cielo una diadema de arco iris, que le ofrezco como regalo.

El día trece me llama la madre de mi primera esposa. Hace siete años de la separación y es la primera vez que lo hace. Dice que lo sintió mucho y que vaya a verla, pues se encuentra muy sola. Esta llamada me reconforta y reconcilia en cierta medida con ella.

El día quince me llama Esther, amiga, consejera y delicada mujer de carácter, que me insufla energías en el momento en el que de nuevo vuelvo a fallar. Otra vez es en Arzúa, justo donde hace cinco años, en mi primer camino de santiago, no pude con la subida, donde experimento una vez más una pequeña lipotimia. Es entonces cuando la llamada de aliento de Esther, los mensajes de Charo, Isabel y Domingo me ayudan en los últimos tres quilómetros.

Resumir el camino a trompicones puede dejar la impresión de que este ha sido una mera continuación de etapas. Así ha sido en cierta medida. Sin embargo, he podido apreciar detalles. El camino huele a María Magdalena, en iglesias y conventos dedicados a ella, pero también a la huella delicada del artista, que plasma en lienzos y tallas el amor que aún perdura. Maravillosa la talla de la catedral de Astorga, en su capilla de la Magdalena, en la que esta ofrece la ternura de sus pechos al aire. Conmovedora la talla de Ponferrada, en la que contempla enamorada a Jesús en la cruz. El camino huele también al sudor del peregrino; a los que dejaron su vida en el trayecto; a los que olvidaron cosas en él, a los turigrinos, que van sin saber bien porqué pero vuelven transformados.

No hay conclusión de este camino. De los seiscientos setenta y seis quilómetros desde Madrid yo he recorrido seiscientos veintiséis, dos jornadas de veinticinco las hice en coche. Aún me queda lo mejor por recorrer.

El abrazo del santo lo recibís todos cuantos recibís a su vez este correo. A los que así me lo pidieron los mencioné expresamente en el abrazo físico; de los demás lo hice por escrito particularmente o de manera generalizada para no olvidarme.

BENDICIÓN DE PEREGRINOS DEL MONASTERIO BENEDICTINO DE SAN SALVADOR DEL MONTE IRAGO

Oh Dios, te pedimos bendigas a estos peregrinos que, por amor de tu nombre, van a Compostela. Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, consuelo en el desaliento, firmeza en los propósitos. Que por tu guía lleguen salvos al término de su camino y, enriquecidos de gracia y de virtudes, vuelvan de regreso a casa, que ahora se duele por su ausencia. Por Jesucristo, nuestro Señor

EL CAMINO DE SANTIAGO: http://www.iultreia.net/

Francisco Limonche Valverde flimonche@coitt.es